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«El sector me ha regalado momentos únicos y grandes amigos a los que admiro», José Antonio Martínez

Día a día se enfrenta a los avatares de una «gran ciudad». Camina sobre seguro sabedor de que le avalan más de 25 años al frente de la seguridad de una de las instalaciones hoteleras más tradicionales de la capital, el Hotel Meliá Castilla. Una sencilla frase le sirve para explicar ese devenir diario: «Esto es una ciudad dentro de una ciudad». El hotel tiene 16 plantas de altura y 4 bajo rasante, 1.000 habitaciones –donde pernoctaron más de 286.000 personas el pasado año–, 32 salones y un auditorio.

José Antonio Martínez Y es en esa «población» donde José Antonio Martínez, director de Seguridad del hotel –y presidente de la Asociación Española de Directores de Seguridad, AEDS– recibe a «Un café con…» dispuesto a conversar sobre su actividad profesional, pero también a descubrir aspectos casi inimaginables de su vida más personal. Comienza esta entrevista con una pregunta obligada: ¿Cómo es posible gestionar y garantizar la seguridad de una instalación por la que pueden llegar a pasar 7.500 personas diarias? Martínez empieza su jornada con un análisis de las incidencias de la tarde/noche previa, así como de los actos y actividades a desarrollar. «Mantenemos un briefing de dirección donde valoramos los percances ocurridos en todos los departamentos, programamos las acciones de seguridad en función de los eventos,… en un hotel hay muchísima actividad –explica–, es una ciudad viva, donde se funciona las 24 horas». La protección tanto del cliente interno –los trabajadores– como del externo, de sus bienes y de los del hotel es una prioridad a cumplir los 365 días del año. La coordinación y colaboración con todas las áreas del hotel es la pieza clave para conseguirlo. De trato cercano y afable, José Antonio Martínez, que tuvo su primer contacto con el mundo de la seguridad privada en la Central Nuclear de Lemóniz, sabe que la discreción y confidencialidad que conlleva su trabajo le impiden desvelar muchos de los acontecimientos y anécdotas de las que ha sido testigo, pero un simpático guiño le da pie para contar cómo en una ocasión, con motivo del día de San Antonio, dos hombres, víctimas de una inocentada, se presentaron en el hotel con una cabra y un cerdo. «Acogíamos un gran congreso, y los asistentes se pensaron que se trataba de un show que habíamos organizado», explica entre risas. Buen conversador, atrevido y a la vez comedido en sus respuestas, se reconoce como un hombre sensible que se emociona «con la respuesta de mucha gente ante los problemas de los demás». Gran aficionado al deporte –mountainbike, buceo, caza…–, es cinturón negro de taekwondo, práctica en la que conoció a su mujer: «era mi profesora…Me hizo una llave y me enamoró», bromea. Disfruta con un «buen plato de cuchara», y presume de ser un gran cocinero, –«hago unas paellas con leña riquísmas» y, además, insiste, «plancho muy bien».– Cierra esta conversación apuntando que el sector de la seguridad «me ha regalado momentos únicos e inolvidables» y «grandes amigos a los que admiro y de los que aprendo cada día». Hombre de mente abierta y dotado de un gran sentido del humor, parece reivindicar una vida plagada de sonrisas y emociones positivas. Suerte tuvimos de escucharle.●

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